miércoles, 2 de noviembre de 2011

"No importa donde, importa con quien" decía mi padre.

 Somos muchos, que pese a repetir que el dinero no trae la felicidad,
confiamos demasiado en las adquisiciones materiales para ser felices: Una
casa nueva, un automóvil nuevo, un empleo mejor remunerado, un cargo importante o reconocido… Los primeros días; evidentemente, nos alegramos.
Pero al cabo de algún tiempo, nos vemos obligados a constatar que nos gusta
menos; que necesitamos de nuevo, algo diferente.

Solamente que los automóviles, las casas y los cargos honoríficos, no
complacen la totalidad de nuestra humanidad. Y así; pues, siempre nos sentimos insatisfechos. Hasta el día en que comprendemos que la verdadera alegría o la real felicidad se encuentran, en las adquisiciones del alma y del espíritu. Pero
evidentemente, las adquisiciones del alma y del espíritu son de diferente
naturaleza. Nos paseamos y nos alegramos de la belleza de la naturaleza,
del Sol, de las estrellas y de las montañas… No nos pertenecen, pero nos
inspiran sublimes y elevados sentimientos y pensamientos. Y éstas, son las
únicas riquezas verdaderas que jamás dejarán de satisfacernos: Las revelaciones
que vienen a iluminar nuestro corazón y nuestra alma.

"No importa donde, importa con quien" decía mi padre.

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