Músicos y pantallas
¿Recuerdan aquélla romántica costumbre de alzar el encendedor prendido en los conciertos? La pobre llamita de uno, se unía a la de miles y el fondo de los estadios se convertía en galaxia. Cuando nos quemaba, se retiraba el dedo del botón que libera el gas, se le soplaba un par de veces o se frotaba contra el pantalon y se volvía a generar la flama.
Hoy, obtusos acaparadores que todo queremos capturar en formato digital, las llamas han sido cambiadas por las luces azuladas de las pantallas de las cámaras o los teléfonos celulares. Tienen frente a ellos, totalmente humanizados, a músicos que admiran y, en vez de verlos, se conforman con disfrutarlos en una diminuta versión digitalizada que se está formando en el aparatito que sostienen sobre la cabeza.
Me pregunto, ¿qué hacen con esos archivos de video borrosos y pixelados acompañados de una saturación de sonido que nadie consideraría música? ¿Se los reproducen a sus amigos? ¿Los miran con añoranza, intentando descifrar qué canción están viendo y escuchando a las desafinadas personas que los rodean? ¿Qué sucede con esas fotos que no son sino un universo negro donde al fondo se ve una aglomeración de luces en las que no se distingue nada?
Se los digo ahora: los recuerdos y las sensaciones que evoca disfrutar un concierto no se pixelan y sus sonidos no se saturan.
Se los digo ahora: los recuerdos y las sensaciones que evoca disfrutar un concierto no se pixelan y sus sonidos no se saturan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario